El Papa emérito Benedicto XVI dijo en el Ángelus del domingo 10 de diciembre de 2006: Cada uno es piedra viva - preciosa - de la Iglesia, cuya piedra angular es Cristo.
"La iglesia-edifico es signo concreto de la iglesia-comunidad, formada por las "piedras vivas", que son los creyentes, imagen tan querida a los Apóstoles. San Pedro (1 P 2,4-5) y San Pablo (Ef 2,20-22) ponen de relieve como la «piedra angular» de este templo espiritual es Cristo y que, unidos a Él y bien compactos, también nosotros estamos llamados a participar en la edificación de este templo vivo. Por lo tanto, si bien es Dios quien toma la iniciativa de venir a habitar en medio de los hombres, y es siempre Él el artífice principal de este proyecto, también es cierto que Él no quiere llevarlo a cabo sin nuestra colaboración activa. Por lo tanto, prepararse para la Navidad significa comprometerse a construir la «morada de Dios con los hombres».
"La iglesia-edifico es signo concreto de la iglesia-comunidad, formada por las "piedras vivas", que son los creyentes, imagen tan querida a los Apóstoles. San Pedro (1 P 2,4-5) y San Pablo (Ef 2,20-22) ponen de relieve como la «piedra angular» de este templo espiritual es Cristo y que, unidos a Él y bien compactos, también nosotros estamos llamados a participar en la edificación de este templo vivo. Por lo tanto, si bien es Dios quien toma la iniciativa de venir a habitar en medio de los hombres, y es siempre Él el artífice principal de este proyecto, también es cierto que Él no quiere llevarlo a cabo sin nuestra colaboración activa. Por lo tanto, prepararse para la Navidad significa comprometerse a construir la «morada de Dios con los hombres».
Nadie está excluido;
cada uno puede y debe contribuir para que esta casa de la comunión sea más
espaciosa y bella. Al final de los tiempos, estará completada y será la
«Jerusalén celeste»: «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva –se lee en el Libro
del Apocalipsis-... Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del
cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo...
¡Esta es la morada de Dios con los hombres!» (Ap 21,1-3).
El Adviento nos invita a dirigir la mirada hacia la «Jerusalén celeste», que es el fin último de nuestra peregrinación terrena. Al mismo tiempo, nos exhorta a comprometernos con la oración, la conversión y las buenas obras, a acoger a Jesús en nuestra vida, para construir con Él este edificio espiritual del que cada uno de nosotros –nuestras familias y nuestras comunidades- es piedra preciosa.”
El Adviento nos invita a dirigir la mirada hacia la «Jerusalén celeste», que es el fin último de nuestra peregrinación terrena. Al mismo tiempo, nos exhorta a comprometernos con la oración, la conversión y las buenas obras, a acoger a Jesús en nuestra vida, para construir con Él este edificio espiritual del que cada uno de nosotros –nuestras familias y nuestras comunidades- es piedra preciosa.”